Es algo típico en estas fechas y ya nos hemos acostumbrado, pero ¿sabemos de donde procede esta tradición?
Muchas de las leyendas se remontan a tiempos muy antiguos, pero la documentación histórica sobre el árbol tal y como lo conocemos y decoramos apareció en los últimos siglos.
Los pueblos primitivos ya veían los arboles de hoja perenne con significado religioso, los griegos y romanos decoraban sus casas con hiedra, los celtas y escandinavos preferían el muérdago y otras plantas de hoja perenne ya que pensaban que tenían poderes mágicos o medicinales.
Los germanos estaban convencidos de que tanto la Tierra como los Astros pendían de un árbol gigantesco, el Divino Idrasil o Árbol del Universo, cuyas raíces estaban en el infierno y su copa, en el cielo y por ello para celebrar el solsticio de invierno decoraban un roble con antorchas y bailaban a su alrededor e incluso sacrificaban a un hombre joven a los pies de este árbol llamado roble de Odín, rituales para el Dios Odín de la mitología nórdica que estaba instaurada en Alemania.
Por el año 740, en los preparativos del solsticio de invierno, San Bonifacio (evangelizador de Alemania e Inglaterra) tras una gran predicación del Evangelio, se dio cuenta de que en Alemania habían vuelto a su antigua idolatría y de la ira derribó el roble de un solo hachazo y lo reemplazó por un pino, símbolo del amor eterno de Dios.
El pueblo sorprendido, reconoció con temor la mano de Dios y preguntó a Bonifacio cómo debían celebrar la Navidad.
Este árbol fue adornado con manzanas (que para los cristianos representan las tentaciones) y velas (que simbolizaban la luz del mundo y la gracia divina). Su hoja perenne representaba el símbolo de la vida eterna y su forma triangular a la Santísima Trinidad.
Bonifacio pidió a todos que llevaran a casa un abeto y ya en la Edad Media, esta costumbre se expandió en todo el viejo mundo y, luego de la conquista, llegó a América.
Con el tiempo las manzanas se convirtieron en esferas y representan los dones que dios da a los hombres y las velas en luces de colores e iluminan nuestro camino a la fe, en la punta se coloca una estrella representando la fe que guía nuestra vida, las cintas o espumillones son la unión familiar y los angelitos los mensajeros entre nosotros y el cielo.